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Pamela, la voluntaria de Majadahonda que colaboró en la puesta en marcha del centro de tratamiento de Ébola en Kenema

31 de Octubre de 2014. 12:04 - Cruz Roja Majadahonda
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Pamela Barlett Quintanilla es una joven voluntaria de Majadahonda, de 27 años, que permaneció un mes en Sierra Leona con el grupo que construyó el primer centro de Cruz Roja para tratamiento de Ébola en la ciudad de Kenema, a 300 km de Freetown, la capital del país.  "Repetiría la experiencia sin dudarlo", comenta la voluntaria emocionada.

Pamela Barlett Quintanilla es una joven voluntaria de Majadahonda, de 27 años, que permaneció un mes en Sierra Leona con el grupo que construyó el primer centro de Cruz Roja para tratamiento de Ébola en la ciudad de Kenema, a 300 km de Freetown, la capital del país. Era su primera misión y cree que lo más importante es lo que ha aprendido de la gente con la que trabajó “tan sabia, tan inteligente” Pamela es licenciada en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad de Edimburgo y trabaja en la ONG Accesinfo. Habla español, inglés y francés y es hija de padre inglés y madre mejicana. Habla con nosotros para compartir su experiencia.

Nos cuenta que el hospital de referencia contra el Ébola, había sido alcanzado por la infección, y el virus había causado la muerte de 22 enfermeras y médicos. Entre ellos la de su director, el conocido como doctor Ébola, Sheik Umar Khan, el único especialista en Sierra Leona en la fiebre hemorrágica. El personal médico había dejado de acudir al centro sanitario.

Ante esta situación, la Federación Internacional de Cruz Roja y Media Luna Roja hizo un llamamiento a todas las Sociedades Nacionales que cuentan con “equipos de respuesta para intervención en emergencias” Cruz Roja Española mandó una alerta a las personas que integraban las unidades dentro de determinadas especialidades. 

“Yo – sigue contando Pamela- había hecho el curso para formar parte de estos equipos en noviembre de 2013 y, de repente, este verano, recibí una alerta de logística por mail. Contesté que estaba disponible y esperé a ver si me seleccionaban”. Eso era un martes 29 de julio y el 4 de agosto salíamos a Sierra Leona”. Pasaron dos noches en la capital Freetown y luego partieron a su destino en Kenema.

Sobre si sintió miedo dice que “Cuando te seleccionan te sorprendes, porque tienes que tomar la decisión muy rápido, en 24 horas, pero yo confiaba en la Cruz Roja, en los protocolos y en que iba con un equipo de gente muy bien formada y muy capacitada. Y así fue. En resumen, más emoción y nervios que miedo. ¡Por fin formaba parte de las ERU!” (Unidades de Respuesta a Emergencias), afirma rotunda.

Tras pedir un mes de vacaciones, se lo comunicó a su familia. “Mi familia se preocupó porque habían oído muchas cosas alarmantes sobre el Ébola y buscaban sin parar información en internet”, explica. Antes de salir les dieron un briefing (reunión informativa) en el que les explicaron la situación del país en general y lo que iban a encontrar. Unos médicos les hablaron de la enfermedad, y de cómo protegerse de ella y el lunes 4 de agosto salieron para Sierra Leona. Pamela iba dentro del apartado de Administración y finanzas. El equipo lo formaban 12 personas que salieron de Madrid, más otras dos que se encontraban ya allí. En total 5 médicos, 6 técnicos en saneamiento, 1 jefe de equipo, 1 de logística y 1 de Administración y finanzas. Procedían de distintos lugares de España como Madrid, Canarias, Pamplona, Valencia o Navarra, añade. Todas habían hecho el curso de formación y salvo dos, (una de ellas Pamela) tenían experiencia en situaciones de emergencia.

Una vez en Sierra Leona el personal sanitario hizo un curso de dos días con la OMS y otros de tres días de formación práctica en un centro de tratamiento de Ébola de Médicos sin fronteras, (MSF), en Kailau. Dice que lo primero que le sorprendió del país fue el clima tan tropical y la exuberancia de la vegetación. ”Quizás por eso no ves a gente desnutrida”, dice. Define Kenema como una ciudad muy grande donde ves a la gente por la calle o los mercados vendiendo y comprando cosas y donde no apreció suciedad ni miseria.

Recuerda que había gente que vivía en muy buenas casas y multitud de tiendas de venta de diamantes. También se encontró con empresarios chinos que estaban invirtiendo en minerales preciosos. Frente a esto había viviendas mucho más modestas, de cemento o adobe, pero limpias y en absoluto miserables. Cree que el problema del hospital de Kenema fue que los protocolos fueron insuficientes y que no tenían espacio que permitiera un movimiento adecuado de los pacientes. No podían separar a unos enfermos de otros. Por eso, el personal médico dejó de acudir cuando se produjeron las muertes. Había dos médicos enviados por la ONU ayudados por alguna enfermera. Pero muchos pacientes no acudían ya, porque no se fiaban y se creó un problema, además del Ébola, de salud pública. Por eso decidieron construir el centro de Cruz Roja lejos del hospital, no cerca como llevaba pensado.

Pamela recuerda que dos de sus médicos entraron “en traje completo” y vieron que no había condiciones seguras para trabajar en el interior y se decidió levantar el centro de tratamiento del Ébola lejos del hospital, en contra de lo planeado en un principio. De esta manera el hospital quedaría liberado para el resto de enfermos no infectados por éste virus. Decidir la nueva ubicación les llevo dos semanas de negociaciones y otras tres construirlo. Mientras tanto, el equipo de CR instaló dos tiendas fuera del hospital para realizar labores de triaje (clasificación de pacientes). También se dio formación a otros médicos en esta técnica.

Cuenta Pamela que en un principio, la población les recibió con mucha desconfianza y miedo, porque el Ébola era una enfermedad muy poco conocida en los centros urbanos de sierra Leona, ya que la mayoría de los casos ocurrían en las zonas rurales. “Creían que les estábamos engañando, porque llegaban con un familiar enfermo y, si este fallecía, no le volvían a ver nunca, ya que se le aislaba inmediatamente. Lo que les quedaba grabado en la mente era que un “astronauta” se había llevado a un ser querido para siempre. Incluso corrieron había bulos de que se vendían órganos”, recuerda.

La situación cambió gracias a la campaña exhaustiva de información que llevaron a cabo tanto el gobierno, como las ONGs, como la propia Cruz Roja. “Continuamente se oían mensajes por la radio con instrucciones de cómo prevenir o actuar en caso de infección. También explicaban como no se curaba el Ébola, puesto que había curanderos que recomendaban echarse por encima un cubo de sal en lugar de ir al médico. Sin embargo, los que se acercaban a nuestro centro voluntariamente se mostraban muy agradecidos por el trabajo que se estaba haciendo”

El equipo español se instaló en un centro de conferencias de religiosos irlandeses. Junto a ellos trabajaban 2 noruegos, 2 australianos y 1 colombiano y cada semana llegaba gente nueva de Cruz roja al centro. Su cometido, como primer equipo, era dejar todo listo para los que vendrían después. En el centro de tratamiento trabajan, además de personal de Cruz Roja, 100 empleados locales”

Destaca también el contraste entre las informaciones alarmantes que había sobre el Ébola en España y otros países “con la serenidad con la que estábamos viviendo nuestro trabajo. En un sitio seguro, todos juntos y en equipo. Pedíamos a nuestros familiares que no leyeran nada. Nos mandaban unos artículos tremendos” 

Ante la cuestión de cómo definiría su experiencia, hace un breve silencio, se para y afirma entre rotunda y emocionada: “Increíble…” y destaca la suerte de trabajar con gente de la que había aprendido tanto. En este sentido valora la selección del grupo que hicieron desde la unidad de delegados de Cruz Roja, después de observarles, para que el resultado fuera el más compacto y eficaz posible. 

“Además sabíamos que no estábamos solos –afirma- contábamos con un servicio de ventilación emocional que está disponible por teléfono para los delegados las 24 horas del día. “Son personal entrenado para entenderte. Te asesoran, te ayudan, te dicen lo que opinan o, simplemente te escuchan”, recuerda. Finalmente, preguntada sobre si repetiría una experiencia similar y animaría a otras personas a que lo hicieran, no duda la respuesta: “Desde luego. Recomendaría a quien se sienta atraído por ayudar en estas emergencias que hagan el curso. Y, si me llaman, me iría sin dudarlo ¡y con mogollón de ganas!”

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