Educación y Cultura

Mi vecino escribe...'Una noche de mierda' por Raúl Borque García

7 de Abril de 2022. 10:09 - Raúl Borque García
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Esta semana la sección 'Mi vecino escribe' nos sumerge en 'Una Noche de Mierda' el relato creado por Raúl Borque. Vecino de Majadahonda estudió Ciencias Empresariales, Osteopatía, Nutrición y es un apasionado de aprender. Sus lecturas varían desde novela negra hasta temas de salud, ninguno de los dos géneros encaja exactamente con el relato que ha imaginado, os dejamos con él:

Ahí estaba Desiderio, sólo, de noche, en la cuadra de las cabras.  No sabía si quedarse o volver a su cuarto. No había escapatoria, ¿Cómo explicar lo que había pasado?. Él era de «tirar palante», como siempre había hecho, con un par, pero esto ya le parecía demasiado.

Al padre de Desiderio lo llamaban Antonio “El Cabras” porque era muy terco y porque, al contrario que los demás ganaderos del pueblo que tenían ovejas, había decidido criar cabras. Pura cabezonería. Su pueblo estaba en plena llanura castellana, ni una montaña cercana. Así que lo normal allí es tener ovejas, que van bien protegidas con su lana del viento del Moncayo en invierno. 

Desi era todavía un adolescente. El día lo había pasado entre cabras en “el prao”. Esa noche, con todos dormidos en la casa, se levantó de la cama, fue hasta la cocina y tomó prestada de la despensa una de las botas de vino de piel curtida.

 —Primero un trago —pensó.

Acercó el pitorro de la bota a la boca. Recordó cómo lo había hecho en otras ocasiones. Desde niño, su padre le hacía probar del chorrito como una gracia cuando venía visita. Luego, todos reían al verlo tambalearse y perder el equilibrio mientras soltaba incoherencias con su lengua de trapo.  Parece que fue cogiéndole el gustillo.

En la cocina, bota en mano, apretó el cuero. Nada. Volvió a intentarlo, esta vez con más fuerza. Un minúsculo hilo rojo le humedeció los labios, pero él apretó más. De repente, la boquilla salió despedida y el líquido encarnado le llenó la boca de golpe. Se atragantó y, entre espasmos de tos,  resbaló en el suelo mojado con tan mala suerte que cayó contra el ancho borde de adobe debajo de la ventana. El rojo de la sangre que salió de su boca se confundía con el vino del suelo mientras un fuerte aroma llenaba la habitación.

—Menudo desastre —pensó, aturdido por el golpe y la bebida. —Bueno, luego lo arreglaré.

Había quedado en la fuente con  sus primos y compañeros de aventuras, el  Aurelio y su hermano el Lucí, hijos del tío Jonás. Se escapaban cuando todos se dormían. Bebían y fumaban. Eso les hacía sentir mayores.

Dejó la bota en la despensa, agarró otra llena y abrió con cuidado la ventana de madera que daba a la parte de atrás de la casa. Un poco aturdido por el golpe y el vino, con la cabeza dándole vueltas,  saltó fuera. Estaba oscuro, pero conocía bien el terreno. O eso pensó porque, al avanzar entre las hierbas que crecían silvestres, sintió un dolor punzante en el pié. Aguantó el grito para no despertar a sus padres mientras caía. Cuando fue a poner las manos sobre suelo para sujetarse, notó algo blando e inconsistente. La pestilencia que llegó a su nariz le dejó claro lo que era. El asco le hizo apartar las manos de tal manera que el aturdimiento le hizo caer de frente.

 —¡Mierda! —gritó.

Y acertó. Ahí mismo fue donde hundió su cara.

El dolor en el pie le recordó que algo seguía clavado. Era alargado, metálico y puntiagudo. No muy grande, menos mal. Consiguió soltarlo con grima y siguió adelante a la pata coja con la bota de vino colgada del hombro, un diente roto, y un hedor que le atravesaba la nariz. La fuente no estaba lejos y allí sus primos le ayudarían.

 El sonido de unos pasos desacompasados hizo volver la cabeza a Aurelio.

 —¿Quién va? —dijo con su cara iluminada bajo la luz de la pequeña hoguera. De la oscuridad emergió lo que le pareció un Quasimodo pestilente. 

 —¡Desi!, ¿qué te ha pasado ?, ¿te han dado una paliza?, ¿te has rebozado en la mierda? Hueles fatal.

—Ayudadme por favor, tengo una herida abierta en el pie —respondió con voz lastimosa.

Decidieron ir todos juntos a buscar el botiquín hasta donde guardaban las cabras. Allí le podrían curar. 

Lo sujetaron, aguantándose el asco,  uno de cada hombro hasta entrar en la cuadra. 

El ruido debió despertar a las cabras que, asustadas, escaparon despavoridas por el portón de madera entreabierto.

Desiderio, con los ojos desorbitados, las manos mugrientas en la cabeza, mareado y dolorido,  decidió volver a casa.

Al día siguiente, Antonio “el Cabras”, después de darle una tunda de palos, le acabó de quitar el diente roto que desde entonces dejó el hueco que asoma en medio de su boca como recuerdo de una noche de mierda.

Raúl Borque García

Mi vecin@ escribe

Cada dos semanas la sección #MiVecinoEscribe publica el mejor relato de entre todos los escritos por los alumnos del Taller de escritura creativa impartido por la escritora, referente del género negro en España, Mónica Rouanet. Puedes leer todos los retalos publicados hasta la fecha aquí.

Si quieres obtener más información ó inscribirte al taller de escritura creativa puedes hacerlo aquí.

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